Si notamos tristeza, pero vemos que está contenida, hagamos este ejercicio: Cerremos fuerte las manos, como si estuviésemos agarrando fuerte nuestro dolor y nuestra tristeza y no dejásemos que saliese nada. Observemos la sensación interna, sobre todo en el pecho y en el estómago, mientras apretamos con fuerza. ¿Sube? ¿Baja? ¿Se mantiene? ¿Cambia? Mantengamos esta posición, aunque la sensación suba o sea desagradable, durante un minuto, y entonces vayamos dejando que las manos se abran poco a poco y observemos qué pasa con la sensación. Podemos decirnos, al tiempo que hacemos esto: «Puedo dejar que mi tristeza se suelte». Otra variante es apretar los puños con fuerza cuando inspiramos, notando la sensación interna, contener unos segundos el aire y, después, empezar a soltarlo lentamente (en el doble de tiempo), hasta vaciar nuestros pulmones, mientras dejamos que las manos se abran. ...