Si notamos tristeza, pero vemos que está
contenida, hagamos este ejercicio:
Cerremos
fuerte las manos, como si estuviésemos agarrando fuerte nuestro dolor y nuestra
tristeza y no dejásemos que saliese nada.
Observemos la sensación interna, sobre todo en el pecho y en el
estómago, mientras apretamos con fuerza. ¿Sube? ¿Baja? ¿Se mantiene? ¿Cambia?
Mantengamos esta posición, aunque la sensación suba o sea
desagradable, durante un minuto, y entonces vayamos dejando que las manos se
abran poco a poco y observemos qué pasa con la sensación.
Podemos decirnos, al tiempo que hacemos esto: «Puedo dejar que
mi tristeza se suelte».
Otra variante es apretar los puños con fuerza cuando
inspiramos, notando la sensación interna, contener unos segundos el aire y,
después, empezar a soltarlo lentamente (en el doble de tiempo), hasta vaciar
nuestros pulmones, mientras dejamos que las manos se abran.
Nuestro
cuerpo puede ayudar a nuestras emociones a aprender a soltarse, a seguirotra ruta y a deshacer los bloqueos.
Otro ejercicio es aprender a cuidar de
nuestra tristeza. Pensemos en algo que nos ponga tristes, algo que nos duela, y
observemos nuestro cuerpo unos minutos.
La sensación se concentrará más en una zona, coloquemos sobre
ella nuestra mano con un gesto de cuidado, sin presionar.
Imaginemos que esta sensación es un animalito, el que más nos
guste, o un bebé, y que es él quien se siente mal.
Imaginemos que con la mano estamos cuidando de ese animalito o
bebé, que lo abrazamos y le transmitimos lo que sentimos que necesita. Podemos imaginarnos
dejándolo reposar en nuestro pecho, dejándole notar nuestro calor, meciéndolo
con nuestra respiración. Podemos hablarle o cantarle, decirle que estamos
ahí, que vamos a aprender a cuidarlo, que vamos a aprender a conectar con lo
que siente, a quedarnos con él.
Si aparecen pensamientos en nuestra cabeza que alimenten el
malestar, los observaremos y los dejaremos marchar como si fueran nubes. Si se
resisten a marcharse, podemos ayudarlos a cambiar hacia una frase que
ayude (como «puedo aprender a cuidar de lo que siento»).
Nos quedaremos ahí, cuidando de la sensación representada por el
animalito o bebé, estando con ella, dándole tiempo. No nos presionaremos, no
intentaremos que se vaya. Simplemente la cuidaremos todo el tiempo que necesite.
Si en
este ejercicio sentimos más tristeza, o tenemos ganas de llorar, nos diremos:
«Puedo dejarlo suelto, puedo dejarlo salir, puedo dejarlo marchar». Después de
un tiempo,
haremos tres respiraciones pausadas, tomando aire sin esfuerzo y soltándolo
lentamente en el doble de tiempo.
Hecho esto, si es posible, saldremos a dar una vuelta, a ver la luz
del día o buscaremos un entorno agradable. No nos quedemos a rumiar
improductivamente nuestra tristeza, dejemos que nos dé el aire.
fuente: LIBRO Lo bueno de tener un mal dia.
Comentarios
Publicar un comentario